Cibermitanios

Los inicios y la expansión de la humanidad

Historia breve de una larga historia.
Todo lo que la humanidad es hoy se debe a pocas familias de hombres primitivos –tan distintos de nosotros pero a la vez 100% humanos– que vivieron travesías maravillosas y aterradoras para sobrevivir en un mundo incomprensible. Estos ejemplos prehistóricos nos darán la perspectiva adecuada antes de aventurarnos a imaginar o pensar cualquier aspecto humano de la historia reciente, del presente o del futuro...


Hace 160 mil años: Las primeras hijas de Eva


Aquí comienza la historia según el ADN mitocondrial, 37 genes que sólo las mujeres transmiten a sus hijos e hijas, porque los del padre no son transportados por los espermatozoides al óvulo. Como no se combinan como los 25.000 genes restantes que cada persona mezcla con los de otra en este instante en las camas de todo el mundo, son idénticos en mí y en mi madre, mi abuela, mi bisabuela... y así hasta hace cerca de 200 mil años.

Se sospecha que, mucho antes, las mitocondrias tenían vida independiente y tomaron al antepasado del ser humano como huésped, habitando el interior de sus células y usándolas para reproducirse con cada nueva división celular.

Aunque ya había –desde hacía millones de años y por varios milenios más– otras especies de hombres, la ciencia nos permite rastrear este ADN inmortal hasta un individuo en particular del que sin dudas todos descendemos. Esta mujer que llamamos Eva mitocondrial, madre de todo lo humano, nació en una pequeña tribu al Este de África hace unos 160.000 años, y sólo sus descendientes sobrevivieron hasta hoy.

Pero esta Eva estaba lejos de vivir en un paraíso. La humanidad estaba cerca de la extinción; sólo unos miles de individuos habían sobrevivido a la última glaciación. Sus descendientes se vieron obligados a escapar...


160.000 - 135.000 años atrás: Los Hombres de Herto


Siguiendo los pasos fósiles de la abuela africana, encontramos que sus hijas se dividieron en cuatro grupos que viajaron esparciendo sus genes por toda África. Tres de los grupos fueron hacia el Oeste y se establecieron en las costas del Atlántico. De Norte a Sur, se encontraron habitando una selva tropical, un bosque y pastizales.

El cuarto grupo que portaba esta antorcha genética fue al Este y se terminó asentando en Herto, Etiopía, hace unos 154 mil años, siendo el grupo más importante porque sus fósiles muestran las primeras evidencias de cultura. Los puzzles arqueológicos incluso sugieren que estos hombres llevaban consigo los restos de sus muertos.

Como sea, gracias a estos genes que bajo el microscopio metafórico son de color negro, no caben dudas de que el hombre actual tuvo sus orígenes en África, muy probablemente en Etiopía.


125.000 años atrás: El primer éxodo


Un grupo de los hombres de Herto se desplazó hacia el noreste, atravesando el desierto del Sahara hasta llegar al Levante mediterráneo, es decir, a orillas de este mar entre Egipto y Arabia.

Por primera vez el ser humano pudo escapar de África, cuyas fronteras se mantenían selladas por las glaciaciones. Y aquí se pudo reconstruir el primer esqueleto femenino fuera de África, que obviamente cargaba con el ADN mitocondrial de la superabuela, uno que los nazis probablemente se arrancarían si pudieran.

Esta expedición nunca volvió a encontrarse con el grupo que dejó atrás.


90.000 años atrás: El primer fracaso


Tuvieron suerte de hallar un clima ligeramente cálido, algo que se da naturalmente cada unos 100.000 años cuando el Sol derrite los polos y la humedad hace revivir los desiertos. Pero esta puerta que permitió escapar de África también se cierra muy rápidamente, convirtiéndose en una trampa mortal.

Eventualmente, el pasadizo desapareció tras ellos, la expedición del Levante fracasó porque el clima extremadamente frío que atacó la zona la convirtió en un desierto inhabitable y esos descendientes de Eva se extinguieron por completo. (Más tarde, el Hombre de Neanderthal ocuparía ese territorio, y mucho después lo haría el Cromañón.)

El Levante se congeló nuevamente y África se convirtió en un desierto interminable. Fue un retroceso total para la expansión del Hombre. Habían descubierto una de las salidas del continente negro, pero ninguno vivió para contarlo.

¡Quéjense después de los inviernos duros o de que el clima ya no es el de antes! "Antes" te hubiera hecho cagarte encima, si es que te daban tiempo las manadas de lobos que cazaban al hombre, los osos y otras bestias que aparecían en cada nuevo territorio.


85.000 años atrás: La segunda oportunidad


Hubo otra salida, sin embargo, que fue temporal pero muy oportuna. Una de las épocas más frías de la historia había congelado las aguas del Mar Rojo, y algunos miembros de la base de Etiopía aprovecharon a probar su suerte de cruzarlo. No fue una linda aventura, pero la alternativa era peor.

Uno de los miembros de la tribu nómada habría escrito en su diario: "Nos estamos muriendo de hambre. Cruzaremos el mar siguiendo a los animales que cazamos. Espero que nadie invente el mito de que separé las aguas". Lamentablemente, no sabían escribir aún. Pero tenían ya algunas hachas y cuchillos de vidrio volcánico.

Como sea, habían logrado salir de África... 40.000 años después del primer intento. Al llegar al otro lado, encontraron animales desconocidos pero con apariencia deliciosa. Los siguieron casi hasta la India, y allí se propusieron fornicar hasta lograr hacer descender todas las etnias no africanas de la actualidad.

El resto de las líneas mitocondriales (14 que no pertenecían a Eva), se habían extinto en las últimas 16 generaciones (500 años). De no ser por este puente de hielo, el Proyecto Humano habría fracasado por completo. Nos salvamos raspando.


75.000 años atrás: Un instante de relax


Ya entrando en confianza con esto de huir del monstruo del clima a toda costa, los descendientes del último grupo comenzaron la travesía más larga: continuaron desde la isla de Sri Lanka, bordeando las costas de la India y Asia, dividiéndose en el camino: una parte se asentó en Kota Tampan, fundando una especie de ciudad primitiva, y la otra parte siguió rodeando las costas camino a China.

Aproximadamente al mismo tiempo (teniendo en cuenta que el reloj de un mono puede atrasar algunos miles de años), otro grupo descendiente de la Eva negra alcanzó la costa Oeste de África. Allí se encontraron las evidencias más antiguas de herramientas de piedra y adornos de caparazones de moluscos.

Esto último fue el comienzo del arte humano, haya sido intencional o no. De todos modos, el arte no los salvaría de extinguirse. Todos descendemos de la familia que logró escapar de África.


74.000 años atrás: Una época muy oscura


Volvemos al Este, donde el volcán Toba explotó de una manera increíblemente violenta, tapando el Sol durante 6 o 7 años. Luego de que las cenizas se asentaran, creando una capa de 5 metros de grosor en un radio de miles de kilómetros sobre India y Pakistán, quedaron sólo unos miles de adultos vivos, casi todos del grupo que seguía en dirección a China.

No obstante, las cenizas se depositaron creando una enorme franja estéril, imposible de habitar por cualquier forma de vida, que separó a la humanidad en dos grupos, y esto se refleja todavía en los genes. Es el origen de las primeras dos "razas", que evolucionaron independientemente: una permaneció esencialmente negra y la otra se decoloró gradualmente dando origen a los mongoloides. Pero a fin de cuentas seguimos siendo todos negros mutantes.

En esta época vivió un Adán cromosomal-Y, análogo de la Eva mitocondrial, un hombre en particular del que la humanidad actual heredó sus cromosomas Y. Si bien los mismos cromosomas pueden rastrearse hasta individuos que vivieron muchos miles de años antes (cuando había otros cromosomas Y), el hecho es que los de ningún otro hombre sobrevivieron a esta catástrofe volcánica, de modo que fue una especie de nuevo nacimiento de la humanidad. Todos descendemos de ese grupo (y todos de Adán y Eva, aunque nunca se conocieron entre sí).


74 a 60 mil años atrás: Al agua patos


La explosión del volcán (cuyas cenizas alfombran algunas zonas hasta hoy) obligó a reanudar la marcha incluso al grupo que se había asentado. Sus pocos sobrevivientes lograron dividirse, y en los siguientes 10.000 años algunos volvieron al Norte para repoblar parte de la India y otros descendieron para conquistar nuevas zonas.

Para esta fecha, el nivel del mar había bajado unos 80 metros, acercando cientos de kilómetros las islas intermedias entre continentes. Además el frío volvía a empujar ferozmente.

El grupo inferior no tuvo más remedio que inventar el bote para llegar a Nueva Guinea y Australia, un lugar extraño donde los mamíferos ponen huevos. Los canguros no estaban menos sorprendidos, ya que nunca habían visto primates y apenas se hablaban con las arañas gigantes.

Para los aracnofóbicos humanos ya era tarde; el mar subió rápidamente (es decir, en unos 5.000 años) y los dejó atrapados allí, donde tocaron el didgeridoo durante unos milenios más.


60 a 52.000 años atrás: La revancha del Levante


Mientras los muchachos siguieron explorando Australia, en el Norte la temperatura se empezó a elevar dramáticamente permitiendo a los sobrevivientes –que habían dado vueltas en círculos durante 30.000 años– regresar al Levante. Tal oportunidad el clima no la había permitido durante los últimos 100.00 años, así que nuevamente el Hombre tuvo suerte (aunque ahora contaba con el backup australiano).

El pasillo duró poco y se cerró tras ellos, probablemente reforzando los traumas colectivos que dieron origen a las malas películas de catástrofes.

Desde allí, los nómadas asiáticos fueron a conquistar Europa, a través del estrecho de Estambul. Estas historias de conquista, sin embargo, no fueron como las de hoy, motivadas por la ambición o el aburrimiento: se trataba, en realidad, de evitar ser conquistados por la muerte.


52 a 45 mil años atrás: La naturaleza contraataca


Aún lejos del final feliz, la naturaleza no tuvo mejor idea que hacer otra pequeña era de hielo, obligando a los norteños a moverse hacia Bulgaria, Hungría y Austria. Aquí los caminos que tomaron no están claros, pero las huellas genéticas y las dataciones por radiación concluyen que este grupo se dividió y de algún modo llegó a diferentes partes de Europa, incluyendo España.



Para entonces los hombres habían dominado casi completamente el arte de la caza y fabricaban buenas herramientas de propósito general. Algunos clanes eran tan buenos que se aventuraron rumbo a Rusia. Cuando descubrieran el vodka no tendrían razones para volver.


45 a 40 mil años atrás: La gran expansión


Entonces hubo un verdadero estallido colonizador.

Un grupo de rezagados del Levante volvió a los desiertos africanos, reclamando las enormes cuevas de Haua Fteah, sobre el desierto del Sahara, que era a donde aparentemente querían ir en primer lugar las hijas de Eva. Allí se aseguraron de dejar, para que se entretuvieran los paleontólogos, una buena cantidad de herramientas de piedra.

Mientras tanto, el grupo con rumbo a China ya había atravesado el Tibet y se separaba en varios subgrupos a lo largo de Asia. Empezaba a ponerse de moda la tradición oriental de multiplicarse como conejos.


40 a 25 mil años atrás: La gran compresión


La humanidad ya totalmente dividida finalmente convergió en el centro de Asia y otras zonas. Algunos grupos se mezclaron y siguieron juntos por nuevos caminos. No fue por casualidad que se encontraran: el clima siempre tuvo la batuta de este desconcierto humano, y ahora obligaba a moverse en busca de agua siguiendo los ríos (al igual que los animales que comían) y evitando las montañas.

Mientras tanto, las poblaciones que no viajaban cultivaban las primeras grandes obras de arte (las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet, en Francia), que a su vez son nuestros primeros documentos con significado.

Se han encontrado pinturas en cavernas de kilómetros de largo y de un ancho que sólo puede recorrerse a rastras. Con paciencia, espíritu aventurero y en completa oscuridad y soledad (como hace todo buen bohemio), alguien hizo de esos pasadizos y de ese fin del mundo un manifiesto de exploración artística que aún nadie ha superado.

Durante la misma época, un grupo asiático conquistó algunas islas del Pacífico que rodeaban a Australia. Este fue el comienzo de la colonización propiamente dicha.


25 a 22 mil años atrás: Nos mudamos a la esquina


Sólo una porción del Norte quedaba sin explorar, desde densas selvas hasta inhóspitas tundras. A estas últimas arribaron varios grupos, dando a luz a nuestra imagen obligada de cazadores neopaleolíticos persiguiendo mamuts. Su carne y "lana" eran vitales para sobrevivir, y la consecuente desaparición de estos animales obligó a seguir rumbo Este.

La adaptación progresiva a estos climas derivó en que una mezcla de europeos y asiáticos se agruparan para cruzar hacia América por el estrecho de Bering, que, con entonces el nivel del mar muy bajo, era técnicamente un continente (Beringia), repleto de flora y fauna.

El nuevo grupo se separó luego para explorar ambas costas de América del Norte, que era entonces un desierto ártico. En los siguientes mil años, estos exploradores se las arreglaron para extinguir al 80% de los grandes animales de Norteamérica. La humanidad crecía en territorio y hambre. O podemos decir, simplemente, "la humanidad crecía".


22 a 19 mil años atrás: Cerrado por mal clima


Otra era de hielo literalmente congeló la mitad del hemisferio norte. Sobrevivieron algunos grupos aislados, prácticamente encerrados en cuevas y otros refugios durante siglos, fortaleciendo las relaciones sociales mientras unos se turnaban para salir a cazar y otros se repartían las tareas paredes adentro.

Si bien unos pocos grupos asiáticos lograron emigrar a zonas más cálidas, esencialmente la humanidad entera hibernó durante 3.000 años. En Norteamérica pueden verse en las mismas cuevas capa tras capa de sedimentos los restos de generaciones completamente separadas por el tiempo.

Otro día hablaré de los cimientos psicológicos, genéticamente programados, que se gestaron en este toque de queda, que todavía son increíble repercusión en nuestro comportamiento cotidiano y explican cosas que una psique moderna puede ver como totalmente carentes de sentido.


19 a 15 mil años atrás: Un nuevo paraíso


Los norteamericanos bordearon el Atlántico hasta llegar al norte de Brasil. Notemos que esta gente todavía andaba a pie. Estas cosas pasan cuando no hay televisión ni Facebook... Uno se aburre y sale a ver qué es la realidad y hasta dónde llega.

También en esta época los australianos logran crear sus primeras pinturas rupestres sin ayuda de sus parientes europeos. ¡Tomen eso, estúpidos humanos congelados! Las corrientes artísticas habían nacido, moldeadas por entornos e historias completamente diferentes.


15 a 12 mil años atrás: El fin del mundo


El hielo del norte cedió y los americanos reanudaron su exploración de la zona; algunos se quedaron en los cálidos bosques brasileros y otros llegaron al final de Argentina y Chile, donde dejaron herramientas sencillas de piedra similares a cuchillos y martillos. Nada de pirámides ni sacrificios humanos todavía, por mucho tiempo.

Este era el fin del mundo para estos exploradores, así que se limitaron a vivir allí, eternamente rodeados de fogatas, de donde viene el nombre actual aparentemente paradójico de Tierra del Fuego. Ya no había rincón para nuevos aborígenes en este planeta.


12 a 10 mil años atrás: Hacia adentro


Lentamente se reocupó América del Norte, aunque no está claro si se trata de los mismos cazadores de mamuts o de una nueva oleada que se las arregló para cruzar en botes el ya inexistente puente de Bering. Lo cierto es que un grupo siguió de largo hacia el Norte y sus miembros se convirtieron en esquimales.

Mientras tanto, en la India: Surgen las pinturas rupestres, llegando a convertirse en la tercera galería de arte más grande del mundo en ese instante. Alguien inventa una máquina de rayos X (o al menos dibuja una mujer embarazada con el feto a la vista, que igual es una gran invención para la época).


10 a 8 mil años atrás: A alguien se le ocurre plantar tomates


150.000 años después de Eva, aún había sólo unos millones de humanos, que parecían menos por estar desparramados por todo el planeta.

De alguna manera, Groenlandia se las ingenió para succionar todo el hielo del planeta, colapsando los puentes que unían América con Asia. Desde entonces la humanidad quedaría separada hasta que Colón estuviese aburrido. Pero por otro lado, por primera vez el clima nos dio una mano...

Hasta el desierto del Sahara quedó cubierto de pasto y apareció la agricultura casi simultáneamente en todos los continentes. La gente comenzó a asentarse, a domesticar plantas y animales y a crecer en población como nunca antes, desbordando los límites de Dunbar sembrando también las semillas de la política y de los imperios.

Fue una época de mucha riqueza cultural (y esto sin dudas viene ligado al descanso). La cerámica también nace en el sudeste de Asia, y en Nigeria se crea una de las obras de arte más ambiciosas: unos petroglifos que muestran 60 figuras humanas y 700 animales, incluyendo dos jirafas de tamaño real.

Las apariciones intermitentes de retratos de animales también nos dan certeza de los períodos de glaciación. Y nos recuerdan que ahora nos encontramos en un bondadoso período inter-glacial, pero que esos nos son los modales habituales de este planeta.

(Luego no pasó gran cosa hasta que uno inventó Internet.)

Hoy está todo demasiado conectado para que la especie se divida: no hay lugar a donde ir dentro de este planeta sin toparse con otro grupo, y la tecnología impide que el entorno nos cambie radicalmente. Pequeñas mutaciones acumulativas son inevitables, pero con bastante seguridad terminarán siendo globales. Seguiremos evolucionando, pero en conjunto.

Por eso tal vez los nuevos Homo surjan de Marte o de Ceres, cuyas naturalezas ejercerán presiones comparables con las de las glaciaciones y otras amenazas que obligaron a nuestros antepasados a caminar hacia el horizonte.

O quizás otra catástrofe, natural o antropogénica, seleccione otra vez un puñado más o menos homogéneo y todo vuelva a empezar. Sin dudas vendrán tiempos mejores y tiempos peores: otros tiempos, otros humanos... o –mejor dicho– otras formas en que la humanidad se relea a sí misma.