Mitos sobre la Historia
Algunos malentendidos o, mejor dicho, malexplicados de la historia humana.
15/10/14
Fue poco menos que hace cuatro años cuando abandoné la saga de "mitos sobre" y prometí continuarla en fecha indefinida. Bienvenido a la fecha indefinida. En esta ocasión escribiré sobre algunos malentendidos o, mejor dicho, malexplicados de la historia humana. Y, como la historia la escriben los vencedores, mediante este escrito me declaro vencedor, con todo el poder que me confieren los refranes...
La gente de la antigüedad no moría más (de hecho, moría exactamente la misma cantidad de veces que hoy: una vez, salvo Buda, Kenny y los Turritos). Pero sí es cierto que, sin ayuda de la tecnología y el conocimiento científico de la medicina, la gente moría más joven que ahora. Pero no tanto. La edad promedio de muerte era mucho más baja (probablemente, cerca de 21 años), pero sólo por la distorsión de la lente estadística que producía la mortalidad infantil, que era extremadamente elevada (Por lo mismo, hoy, que la expectativa de vida es de 72 años, uno se encuentra por todos lados con gente de 73 o 90). El resto de la gente de la Edad Media, la que lograba crecer superando las vulnerabilidades de la juventud, podía esperar vivir más de 65 años tranquilamente, especialmente si a uno lo tranquilizan las pestes, las cruzadas, las inquisiciones y que un mensaje de texto tarde cuatro años en llegar a destino.
Más de una repesentación artística y supuestamente histórica muestra vikingos usando cascos con cuernos. Los artistas también han representado a los santos con frisbees sobre la cabeza, y no dejaron razones para creer que los lucían literalmente; tampoco, por cierto, creemos que en Egipto había cosas tales como esfinges caminando por la arena o que las aborígenes americanas tenían manijas a los costados. Los cuernos de los vikingos no escapan a esta fantasía sin pasaporte académico. Muchas otras culturas de diferentes eras gozan del mismo apoyo artístico, y de algunas hay restos arqueológicos tangibles, incluyendo cascos con cuernos, pero de los vikingos en particular no evidencia alguna. La primera asociación entre cuernos y vikingos que se conoce en la historia data de 1876: apareció en una ópera de Wagner (El anillo de los nibelungos).
Napoleón Bonaparte no era bajito, como dicen todos –especialmente quienes no lo conocieron–, sino todo lo contrario: era más alto que el promedio de los franceses de su época. El mito proviene de un error de traducción: en Francia se utilizaba para medir la altura el pie métrico (o pie francés) que, curiosamente, fue impuesto por Napoleón en un intento por compatibilizar las unidades tradicionales con las del sistema métrico. Este pied métrique se definía como "un tercio de un metro", lo cual lo hacía mayor que el pie tradicional. Al morir Napoleón, se lo midió en dicha unidad híbrida y se difundió que su altura era de 5 pies y 2 pulgadas, que para los tradicionalistas eran apenas 1,57 metros, cuando en verdad equivalía a 5 pies y 7 pulgadas en el resto del mundo, es decir 1,73 metros. Tampoco le ayudó el hecho de andar siempre escudado entre enormes guardaespaldas que, como a un león entre elefantes, lo hacían parecer pequeño.
La Tierra nunca fue plana ni la gente fue siempre estúpida. Cristóbal Colón, como cualquiera de sus contemporáneos, sabía mejor que nosotros que la Tierra era esférica. Esta idea surgió unos 650 años antes del año cero en mentes nada menos que griegas: Protágoras de Mileto fue probablemente el primero en usar la cabeza en este sentido cuando, al ver los barcos hundirse en el horizonte "como si bajaran por una escalera", pensó: ¡Una esfera! No sólo fue el primero en pensar claramente al respecto, sino que, simplemente, fue el primero en pensar. Su idea no tardó en dar la vuelta al mundo y ya era vox populi en el 350 a. C. Un siglo después (y mucho antes de Colón) se midió científicamente la circunferencia del planeta con aceptable exactitud: 40.000 km. Lo único que podría un viajero del tiempo reprocharle a Colón antes de zarpar es su ignorancia de que del otro lado había un paraíso habitado y de que, en realidad, la Tierra mide 40.075 km.
Se dice que Albert Einstein era un mal alumno, especialmente malo en matemáticas. La realidad es que a temprana edad manejaba mejor que sus maestros ecuaciones que para un adulto actual son puro chino (o tal vez japonés o coreano). Se trata de un mito probablemente diseñado para dar aliento a los idiotas y sembrarles la fe en que un día, de pronto, serán genios inolvidables como Einstein o como yo, o grandes escritores, como Shakespeare o como yo, o íconos sexuales, como Brad Pitt o como yo, o maestros de la modestia, como Gandhi. Lo cierto es que para ser un genio hace falta mucho trabajo y, sobre todo, mucho estudio, porque ningún genio inventa el auto antes que la rueda. De hecho, si Einstein tenía un secreto, puede decirse que era su tenacidad en el estudio de lo que otros grandes hombres habían logrado, con quienes se consideraba en deuda.
La expectativa de vida en la Edad Media
La gente de la antigüedad no moría más (de hecho, moría exactamente la misma cantidad de veces que hoy: una vez, salvo Buda, Kenny y los Turritos). Pero sí es cierto que, sin ayuda de la tecnología y el conocimiento científico de la medicina, la gente moría más joven que ahora. Pero no tanto. La edad promedio de muerte era mucho más baja (probablemente, cerca de 21 años), pero sólo por la distorsión de la lente estadística que producía la mortalidad infantil, que era extremadamente elevada (Por lo mismo, hoy, que la expectativa de vida es de 72 años, uno se encuentra por todos lados con gente de 73 o 90). El resto de la gente de la Edad Media, la que lograba crecer superando las vulnerabilidades de la juventud, podía esperar vivir más de 65 años tranquilamente, especialmente si a uno lo tranquilizan las pestes, las cruzadas, las inquisiciones y que un mensaje de texto tarde cuatro años en llegar a destino.
Los vikingos y los cuernos
Más de una repesentación artística y supuestamente histórica muestra vikingos usando cascos con cuernos. Los artistas también han representado a los santos con frisbees sobre la cabeza, y no dejaron razones para creer que los lucían literalmente; tampoco, por cierto, creemos que en Egipto había cosas tales como esfinges caminando por la arena o que las aborígenes americanas tenían manijas a los costados. Los cuernos de los vikingos no escapan a esta fantasía sin pasaporte académico. Muchas otras culturas de diferentes eras gozan del mismo apoyo artístico, y de algunas hay restos arqueológicos tangibles, incluyendo cascos con cuernos, pero de los vikingos en particular no evidencia alguna. La primera asociación entre cuernos y vikingos que se conoce en la historia data de 1876: apareció en una ópera de Wagner (El anillo de los nibelungos).
La estatura de Napoleón
Napoleón Bonaparte no era bajito, como dicen todos –especialmente quienes no lo conocieron–, sino todo lo contrario: era más alto que el promedio de los franceses de su época. El mito proviene de un error de traducción: en Francia se utilizaba para medir la altura el pie métrico (o pie francés) que, curiosamente, fue impuesto por Napoleón en un intento por compatibilizar las unidades tradicionales con las del sistema métrico. Este pied métrique se definía como "un tercio de un metro", lo cual lo hacía mayor que el pie tradicional. Al morir Napoleón, se lo midió en dicha unidad híbrida y se difundió que su altura era de 5 pies y 2 pulgadas, que para los tradicionalistas eran apenas 1,57 metros, cuando en verdad equivalía a 5 pies y 7 pulgadas en el resto del mundo, es decir 1,73 metros. Tampoco le ayudó el hecho de andar siempre escudado entre enormes guardaespaldas que, como a un león entre elefantes, lo hacían parecer pequeño.
Colón y la forma de la Tierra
La Tierra nunca fue plana ni la gente fue siempre estúpida. Cristóbal Colón, como cualquiera de sus contemporáneos, sabía mejor que nosotros que la Tierra era esférica. Esta idea surgió unos 650 años antes del año cero en mentes nada menos que griegas: Protágoras de Mileto fue probablemente el primero en usar la cabeza en este sentido cuando, al ver los barcos hundirse en el horizonte "como si bajaran por una escalera", pensó: ¡Una esfera! No sólo fue el primero en pensar claramente al respecto, sino que, simplemente, fue el primero en pensar. Su idea no tardó en dar la vuelta al mundo y ya era vox populi en el 350 a. C. Un siglo después (y mucho antes de Colón) se midió científicamente la circunferencia del planeta con aceptable exactitud: 40.000 km. Lo único que podría un viajero del tiempo reprocharle a Colón antes de zarpar es su ignorancia de que del otro lado había un paraíso habitado y de que, en realidad, la Tierra mide 40.075 km.
Einstein y las matemáticas
Se dice que Albert Einstein era un mal alumno, especialmente malo en matemáticas. La realidad es que a temprana edad manejaba mejor que sus maestros ecuaciones que para un adulto actual son puro chino (o tal vez japonés o coreano). Se trata de un mito probablemente diseñado para dar aliento a los idiotas y sembrarles la fe en que un día, de pronto, serán genios inolvidables como Einstein o como yo, o grandes escritores, como Shakespeare o como yo, o íconos sexuales, como Brad Pitt o como yo, o maestros de la modestia, como Gandhi. Lo cierto es que para ser un genio hace falta mucho trabajo y, sobre todo, mucho estudio, porque ningún genio inventa el auto antes que la rueda. De hecho, si Einstein tenía un secreto, puede decirse que era su tenacidad en el estudio de lo que otros grandes hombres habían logrado, con quienes se consideraba en deuda.