50 cosas para aprender de José Ingenieros
Un Tesla de la filosofía latinoamericana.
11/3/14
Si tuviera que recomendar cien libros para esta época, serían este. Ninguno podría ser más útil en esta esférica isla de humanos que usa como brújula moral desde un eslogan publicitario hasta una superstición del tiempo en que un gladiador pisaba por primera vez el Coliseo. Estos pensamientos –principalmente de El hombre mediocre– son para quien se sabe náufrago faros que indican las elevadas costas de los ideales humanos.
Véase también: 50 cosas para aprender de Albert Einstein.
- Hay tantos idealismos como ideales, y tantos ideales como idealistas y tantos idealistas como hombres aptos para concebir perfecciones y capaces de vivir hacia ellas.
- Los caminos de perfección son convergentes. Las formas infinitas del ideal son complementarias: jamás contradictorias, aunque lo parezca. Si el ideal de la ciencia es la Verdad, de la moral el Bien y del arte la Belleza, formas preeminentes de toda excelsitud, no se concibe que puedan ser antagonistas.
- En cada momento de la peregrinación humana se advierte una fuerza que obstruye todos los senderos: la mediocridad, que es una incapacidad de ideales.
- Es más contagiosa la mediocridad que el talento.
- Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos: pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor.
- Lo bueno posible se alcanza buscando lo imposible mejor [...] Sirven mejor a la humanidad los hombres que, en su inquietud de renovarse, por acertar una vez aceptan los inconvenientes de equivocarse mil.
- Cuando afirma que lo antiguo es mejor que lo presente, su oculta intención es sugerir que lo presente es mejor que lo futuro.
- Se concibe como futuro lo mejor de lo presente, lo susceptible de variar en función de nuevas condiciones de equilibrio, lo que sobrevivirá selectivamente en formas siempre menos imperfectas. Los ideales son hipótesis de perfectibilidad, simples anticipaciones del eterno devenir.
- El genio se abstrae, el alienado se distrae. La abstracción ausenta de los demás, la distracción ausenta de si mismo.
- Lo poco que pueden todos, depende de lo mucho que algunos anhelan.
- Mientras no se reflejan en las costumbres, las mejores leyes de papel no modifican la tontería de quienes las admiran ni el sufrimiento de quienes las aguantan.
- Muchos cerebros torpes se envanecen de su testarudez, confundiendo la parálisis con la firmeza, que es don de pocos elegidos; los bribones se jactan de su bigardía y desvergüenza, equivocándolas con el ingenio; los serviles y los parapoco povonéanse de honestos, como si la incapacidad del mal pudiera en caso alguno confundirse con la virtud.
- Las corrientes en los catecismos usuales poseen el encanto de una abstracta vaguedad, que permite acomodarlas a los más opuestos intereses [...] Punto de equilibrio entre fuerzas contrarias, que se anulan, la virtud resultó, apenas, una prudente transacción entre las perfecciones y los vicios.
- Los hombres sin ideales desempeña en la historia humana el mismo papel que la herencia en la evolución biológica: conservan y transmiten las variaciones útiles para la continuidad del grupo social [pero] su acción sería nula sin el esfuerzo fecundo de los originales, que inventaron lo imitado por ellos.
- El hombre sin ideales hace del arte un oficio, de la ciencia un comercio, de la filosofía un instrumento, de la virtud una empresa, de la caridad una fiesta, del placer un sensualismo. La vulgaridad transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardía, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo.
- La caridad es el reverso de la justicia. El acto caritativo, el favor, es una complicidad del mal. Detrás de toda caridad existe un injusticia. La justicia no consiste en ocultar las lacras, sino en suprimirlas. La solidaridad convertirá en derechos todo lo que la caridad otorga como favores.
- La rutina, síntesis de todos los renunciamientos, es el hábito de renunciar a pensar.
- Los hombres rutinarios desconfían de su imaginación [...] reniegan de la verdad y de la virtud si ellas demuestran el error de sus prejuicios. En todo lo que no hay prejuicios definitivamente consolidados, los rutinarios carecen de opinión.
- La eficacia de la difamación arraiga en la complacencia tácita de quienes la escuchan. Semejante a la moneda falsa, es circulada sin escrúpulos por muchos que no tendrían el valor de acuñarla. Empañan la reputación ajena para disminuir el contraste con la propia.
- Honestidad no es virtud, aunque tampoco sea vicio. Se puede ser honesto sin sentir un afán de perfección; sobra para ello con no ostentar el mal, lo que no basta para ser virtuoso. Enseñan que es necesario ser como los demás; ignoran que sólo es virtuoso el que anhela ser mejor. Los honestos se esfuerzan por merecer el purgatorio.
- El "buenismo" es la moral de los pequeños virtuosos. Algunos excesos de bondad no podrían distinguirse del envilecimiento; hay faltas de justicia en la moral del perdón sistemático. El que perdona dos veces se hace cómplice de los malvados.
- Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. Sería más eficiente.
- Una humanidad que evoluciona no puede tener ideales inmutables, sino incesantemente perfectibles. Las generaciones remontan desde la rutina hacia Verdades cada vez menos inexactas y desde el prejuicio hacia las Virtudes cada vez menos imperfectas. El digno está obligado a burlarse de las mil rutinas que el servil adora bajo el nombre de principios.
- El que aspira a ser águila debe mirar lejos y volar alto; el que se resigna a arrastrarse como un gusano renuncia al derecho de protestar si lo aplastan.
- Ser digno significa no pedir lo que se merece, ni aceptar lo inmerecido.
- [La envidia] es un venenoso humor que mana de las heridas abiertas por el desengaño de la insignificancia propia [...] El odio puede hervir en los grandes corazones; puede ser justo y santo; lo es muchas veces, cuando quiere borrar la tiranía, la infamia, la indignidad. La envidia es de corazones pequeños.
- Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vio resplandecer en lo más alto de las toscas a una luciérnaga. Pensó que ningún ser tenía derecho de lucir cualidades que él mismo no poseería jamás. Mortificado por su propia impotencia, saltó hasta ella y la cubrió con su vientre helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: ¿Por qué me tapas? Y el sapo, congestionado por la envidia, sólo acertó a interrogar a su vez: ¿Por qué brillas?
- El motivo de la envidia se confunde con el de la admiración, siendo ambas dos aspectos de un mismo fenómeno. Sólo que la admiración nace en el fuerte y la envidia en el subalterno. Envidiar es una forma aberrante de rendir homenaje a la superioridad. El que envidia se rebaja sin saberlo.
- Todo el que se siente capaz de crearse un destino con su talento y con su esfuerzo está inclinado a admirar el esfuerzo y el talento en los demás. El que tiene méritos sabe lo que cuestan y los respeta; estima en los otros lo que desearía se le estimara a él mismo. El envidioso, que lo ignora, ve el resultado a que otros llegan y él no, sin sospechar de cuántas espinas está sembrado el camino de la gloria. El que no admira lo mejor no puede mejorar. No ser envidiado es una garantía inequívoca de mediocridad. Los mediocres jamás cosechan rosas por temor a las espinas.
- El más alto ritmo de la simpatía es la admiración [...] porque la admiración de lo superior estimula el deseo de igualarlo.
- La juventud tiene entre sus preciosos atributos la incapacidad de dramatizar largo tiempo las pasiones malignas; el hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios está ya viejo, irreparablemente. Sus heridas son tan imborrables como sus canas. Y como éstas, puede teñirse el odio: la hipocresía es la tintura de esas canas morales [...] El pudor de los hipócritas es la peluca de su calvicie moral.
- Vejez y mediocridad suelen ser desdichas paralelas. Cuando el cuerpo se niega a servir todas nuestras intenciones y deseos, o cuando éstos son medidos en previsión de fracasos posibles podemos afirmar que ha comenzado la vejez. Detenerse a meditar una intención noble es matarla. El diablo no sabe más por viejo que por diablo. Si se arrepiente no es por santidad, sino por impotencia.
- Jóvenes son los que no tienen complicidad con el pasado [...] como si las historia comenzara en el preciso momento en que forjan sus ensueños [...] La juventud, cuando duda, rectifica su marcha y sigue adelante; la vejez, incapaz de vencer el obstáculo, desiste y vuelve atrás.
- Cada generación abre sus alas donde las ha cerrado la anterior [...] Cuando vuela hacia el pasado, está agonizando; peor, ha nacido muerta.
- Juventud sin rebeldía es servidumbre precoz.
- Las mediocracias negaron siempre las virtudes, las bellezas, las grandezas, dieron el veneno a Sócrates, el leño a Cristo, el puñal a César, el destierro a Dante, la cárcel a Galileo, el fuego a Bruno; y mientras escarnecían a esos hombres ejemplares, aplastándolos con su saña o armando contra ellos algún brazo enloquecido, ofrecían su servidumbre a gobernantes imbéciles o ponían su hombro para sostener las más torpes tiranías.
- Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van.
- La verdad es la más temida de las fuerzas revolucionarias.
- El estéril no comprende cuándo trabaja el fecundo, ni adivina el ignorante cuándo estudia el sabio.
- Todos los que se han detenido son enemigos naturales de los que siguen andando.
- Un brazo vale cien brazos cuando lo mueve un cerebro ilustrado; un cerebro vale cien cerebros cuando lo sostiene un brazo firme. Deben ir juntos el pensamiento y la acción, como brújula que guía y hélice que empuja, para ser eficaces.
- Quien pone bien la proa no necesita saber hasta dónde va, sino hacia dónde.
- Las buenas intenciones que no se logran cumplir son la caricatura de la virtud. Los hombres sin voluntad se proponen volar y acaban arrastrándose.
- Un entusiasta, expuesto a equivocarse, es preferible a un indeciso que no se equivoca nunca. El primero puede acertar; el segundo, jamás.
- La libre iniciativa es un renunciamiento a la complicidad. Todo progreso es variación e implica rebeldía. Grandes naciones son aquellas cuyos ciudadanos tienen el hábito de la iniciativa libre.
- La rebeldía es la más alta disciplina del carácter. El espíritu de rebeldía [...] es crítica, libre examen, iconoclastia. El error ignora la crítica; la mentira le teme; la verdad nace de ella.
- La fe de los místicos es una fuerza para la acción, pro no es un método para llegar al conocimiento de la verdad. Sólo después de adorar astros, animales, héroes, imágenes, aprende el hombre a elevar su veneración hasta ideales éticos. Las creencias no son ideales sino supersticiones, signos de vejez mental en los individuos y en los pueblos.
- Hay menos mérito en la ilusión de poseer verdades absolutas que en el esfuerzo puesto en buscarlas relativas. No hay religión más elevada que la verdad.
- Amar la perfección implica vivir en un plano superior al de la realidad inmediata, renunciando a las complicidades y beneficios del presente.
- Sea cual fuere tu habitual menester –hormiga, ruiseñor o león–, trabaja, canta o ruge con entereza y sin desvío.
Véase también: 50 cosas para aprender de Albert Einstein.