Cibermitanios

Campo visual y prejuicio de retrospectiva

Cuando el pasado pesa más que el futuro.
Unos usan lentes para mejorar su vista y otros para empeorar la de los demás, ocultándose tras impenetrables máscaras que polarizan las ventanas del alma. También existen otros que usan sombrero en el cine porque creen que queda bien (la molestia hacia los terceros es secundaria). Pero, volviendo al tema de los anteojos autorecetados, encontré una buena razón para usarlos, aparte de haberse emborrachado e insultado a un boxeador.

Se trata de una exquisita aplicación de la tecnología que podría hacer bien a la salud salvando vidas: unas gafas llamadas Hindsight, que son de una popular marca de indumentaria que no mencionaré bajo ningún concepto para evitar que los trillones de lectores de este blog salgan corriendo a comprarlas y me acusen luego de tener un arreglo monetario con Nike (me refiero a la diosa griega de la victoria, cuyas alas tienen una peculiar forma que recuerdan a las zapatillas que no mencioné y que no tienen nada que ver con Puma y Adidas). En fin: los lentes Hindsight están pensados para que los ciclistas tenga un mayor campo de visión del tráfico a su alrededor.

Hindsight

Como se aprecia, estas gafas extienden la visión periférica de su portador. En realidad, más que extender la visión, lo que hacen es comprimir el campo de luz y desplazarlo hacia la zona de la visión periférica gracias a dos lentes fresnel. Aunque se observa una distorsión de la imagen, en la práctica no es importante ya que en esa parte del campo visual el ojo detecta sólo movimiento: no percibe detalles de forma, profundidad ni color porque, a medida que el hombre fue evolucionando, su poder visual fue concentrándose en el centro, creando una visión de túnel como la que tienen todos los animales cazadores. A cambio, pagó con la nitidez de su visión periférica.

El lector atento habrá notado que antes dije que "el hombre" evolucionó –y no "el Hombre"–. Deliberadamente quise dejar a la mujer afuera (o en la periferia) porque, aunque básicamente el hombre y la mujer tienen los mismos ojos, la mujer –más bien de curriculum evolutivo recolector– evolucionó manteniendo parte de su foco de atención visual en los costados, aventajando así su visión periférica y adaptándose para atender a situaciones tangenciales como un niño en peligro, una serpiente entre las hortalizas, una olla con agua hirviendo, un niño con serpientes hirviendo o lo que fuera. No sé, yo no estaba. Y no inventé la evolución, así que no me vengan con eso del machismo, porque los destruyo a todos con mis viriles músculos.

Concretamente, estos anteojos añaden 25º de visión a cada lado de los 180 que traemos de fábrica, desandando un poco el camino evolutivo y poniéndonos en el papel de presas que nos corresponde en la jungla de cemento, entre rugidos de Jaguares, Falcons y hasta Escarabajos.

Campo visual

25 grados extra a cada lado no es poco teniendo en cuenta que normalmente nuestra percepción central no excede ese rango: vemos detalles sólo en los 13º centrales, gracias a la mácula, que es la parte del ojo que nos da agudeza suficiente para leer (fuera de su rango, es imposible distinguir detalles finos, incluyendo los de un rostro). La percepción del color ocurre también en la reducida zona de los 3º que abarca la fóvea; más allá de eso, la nitidez decae rápidamente: a los 5º ya percibimos menos de la mitad del color que en el punto central, y otro tanto ocurre con las formas y la profundidad.

Percepción del color y agudeza visual de la fóvea del ojo izquierdo

Queda claro que, aunque el cerebro integra la visión como un todo, cada característica visual es literalmente percibida por una parte distinta del ojo y que la parte más importante es la del centro (la fóvea representa menos del 1% del área de la retina pero ocupa más del 50% de los procesos de la corteza visual, o sea, es como el clítoris del ojo). Sin embargo, al igual que los ciegos pobres, la fóvea no tiene bastones (espero que ningún ciego lea esto) y es inútil con poca iluminación, por lo que desde sus primeros tiempos los astrónomos han observado las estrellas con su visión periférica, sin enfocarlas directamente.

Por lo dicho, las gafas Hidsight sólo proporcionan la leve sensación de movimiento, suficiente, sin permitir identificar los objetos, para expandir la conciencia del entorno, casi como un sexto sentido (o doceavo).


Prejuicio de retrospectiva

Prejuicio de retrospectiva
Hindsight es un término anglosajón que significa "retrospectiva" y que en psicología está ligado a un prejuicio o sesgo cognitivo muy común: cuando la persona modifica el recuerdo de una opinión o acción propia adaptándola a información adquirida posteriormente. Por ejemplo, supongamos que alguien ve un tren dirigirse hacia una persona incapaz de moverse y acciona una palanca para desviarlo hacia otra vía... sin saber que en la segunda vía hay siete personas (que resultan muertas). Sería natural que ese alguien se culpe a sí mismo a posteriori por no haber pensado en esa posibilidad. Y sería, sin embargo, un prejuicio de retrospectiva, porque en dicho momento no contaba con toda la información.

"Prejuicio" significa, claramente, "previo al razonamiento". En el prejuicio normal, uno obra o piensa en base a información obtenida antes del evento, sin contemplar nuevas posibilidades de las que no está al tanto, mientras que en el prejuicio de retrospectiva uno juzga en base a conocimiento adquirido con posterioridad al hecho, sin considerar que éste no estaba disponible en su momento. Esta última conducta bien podría llamarse "postjuicio", ya que es el mismo tipo de error de juicio que en el prejuicio: se observa sólo la información presente. Uno mira demasiado hacia el pasado; el otro, demasiado poco. En uno falta conocimiento; en el otro, sobran datos. En ambos, hay una falla del juicio que no tiene en cuenta la información disponible.

Suele repetirse que los miembros de un jurado, contando ya con toda la información del desenlace de un caso, piensen que el acusado (de causar un accidente, por ejemplo) era consciente y capaz de evitar el desenlace, cuando en realidad no contaba con toda la información en el momento de actuar. El mismo acusado suele llegar a pensar que la situación era mucho más evidentemente riesgosa y, por lo tanto, que su actitud fue mucho más negligente de lo que realmente fue, solamente por el mal desenlace.

En la corte, suele intentarse evitar esto situando al jurado en una especie de "subjetividad objetiva" a través de una narrativa lineal que lo aleje del condicionamiento de conocer el resultado y lo acerque a las posibilidades previas al incidente. (Es lo que deberías hacer cuando intentes disculparte con alguien: ponerlo en tu situación, llevarlo a ese instante a través de una historia en lugar de simplemente contar el final de la película.) Por supuesto, los defensores de la víctima intentarán hacer lo opuesto, concentrándose en el resultado, como si no existiera una multiplicidad de líneas causales fluyendo desde el Big Bang hasta cada instante individual y, para empeorar las cosas, el acusado tenderá a olvidar selectivamente lo que no se ajuste a la hipótesis, acercándose cada vez más a la postura teóricamente objetiva de un jurado "imparcial".

PrejuicioEsta tendencia fue comprobada por un psicólogo en los '70 mediante un experimento: se les dio a los voluntarios una historia para leer con cuatro finales alternativos. Uno de ellos –les dijeron– era verdadero. Luego se les pidió dar un puntaje de verosimilitud a cada uno de los desenlaces. Casi invariablemente, los mejores puntajes fueron dados a los que, según se les había dicho, eran verdaderos (que en el 75% de los casos no lo eran). Esto probó que no sólo la información disponible al momento de juzgar es generalmente decisiva, sino que también la información añadida, aunque sea contradictoria o incoherente, puede cambiar completamente el recuerdo y la perspectiva de un hecho real. Todo conocimiento condiciona.

Esto del prejuicio de retrospectiva parece más simple de lo que es, pero se trata en realidad de una severa distorsión de la memoria muy emparentada con el déjà vu. En algún punto se confunden los tiempos; la memoria y la predicción compiten, deslealmente esta última porque está mirando hacia atrás, donde no le corresponde, y crean una realidad que nunca existió. Eso que acabo de describir se denomina, en casos extremos, "esquizofrenia".

El prejuicio de retrospectiva también podría llamarse "efecto era-obvio", cuando generalmente sólo "es-obvio" porque ya sucedió. Sin embargo, solemos decir o pensar en esos inspecciones posteriores cosas como "yo sabía que esto iba a pasar" o, simplemente, "debí haberlo sabido". En un caso extremo, a uno podría caerle un meteorito y –por entre los pocos dientes que le quedaran– exclamar "¿cómo no se me ocurrió consultar en la página de NASA si había hoy objetos de órbita peligrosa?".

Lamentablemente, debemos aceptar que la experiencia siempre llega un instante después del momento en que uno más la necesita. Cotidianamente tomamos decisiones basándonos en la información disponible (sin detenernos a sospechar que puede haber más). Decimos algo a alguien y obtenemos una reacción inesperada; nos culpan y nos culpamos luego por ello, cuando somos elementalmente simples agentes que portan y transmiten una información incompleta. Como mucho, puede acusársenos de ignorantes (y tal vez deberíamos también merecer un elogio por haber aprendido, si fuera el caso).

Dijo el Dalai Lama que sólo hay dos días en el año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y el otro se llama mañana. Afortunadamente, no puede decirse lo mismo del pensar. Juzgar un acto –propio o ajeno– ocurrido en otro tiempo que no sea el presente requiere ponerse en determinado lugar y momento.

La verdad es que no hay nada en el espejo retrovisor cuando uno aún no salió del garage. Y, aun ya en la carretera, incluso los espejos dan vuelta las cosas, las muestran no sólo al revés sino también en orden inverso, transformando el último coche que pasamos en el primero de los que nos podrían pasar. El prejuicio de retrospectiva es un no darse cuenta de esa tremenda inversión, no tomar al pasado como lo que realmente es: una acumulación de presentes, una base de datos que está disponible sólo después de que las cosas suceden; una herramienta maravillosa que no debe confundirse con la razón.

Estoy seguro de que algún día, probablemente con ayuda de metamateriales y no de tecnología como la de Google Glass, tendremos anteojos con nítida visión de 360 grados (incluso tal vez más, si ver las cosas una sola vez no fuera suficiente). Y quizás también aprendamos, después de enseñar, que no todo tiene un culpable y que mirar hacia el pasado es útil sólo para aprender, no para castigar. Que poco importa, por ejemplo, de quién es la culpa del cambio climático si la solución está únicamente en nuestras manos. Que es necesario meterse en problemas para aprender a solucionarlos, cometer errores una ves vez para poder evitarlos. Y, sobre todo, que sacar conclusiones sobre los resultados siempre es fácil; sobre los procesos previos, no tanto.