El dilema del tranvía
Lógica vs. Moral, la interminable batalla dentro de tu cerebro.
9/12/09
Sí, esto va a ser bastante confuso... pero no podría ser de otra manera al hablar sobre dudas, decisiones y la búsqueda de lo inalcanzable. Si al terminar de leer el post quedan dudas (sobre cualquier cosa), su función se habrá cumplido con éxito; más allá de la duda –aclaro, por las dudas–, no hay nada que intente transmitir. Si sirve de consuelo: ni yo mismo sé a qué apunta todo esto, pero espero que nos haga pensar.
Imagina que viene un tren, pero no uses demasiada imaginación porque no hay tiempo. Hay una curva en las vías, por lo que el maquinista no puede ver que más adelante hay siete personas trabajando en las mismas. Imagina también que cerca de tu mano hay un botón que podría desviar al tren hacia otros rieles en los que hay sólo un obrero trabajando. La pregunta es obvia: ¿te gusta el sexo anal? Perdón, me confundí de ventana.
¿Harías el cambio de vías, sacrificando una vida para salvar siete? No lo pienses demasiado, el tren se acerca y estará aquí en unos segundos. ¡Hay que actuar!
La mayoría de las personas elegiría presionar el botón. Siete vidas, después de todo, valen más que una. Es sentido común. Por supuesto, se entiende que presionar o no presionar el botón era tu única alternativa. A pesar de que difícilmente olvides tu elección por el resto de la vida, seguro que hiciste lo correcto, ¿o no?
Está bien, en la práctica, no cualquiera tendría los huevos para decidir sobre las vidas de los demás, pero al oír en el noticiero que Fulano decidió hacer el cambio de vías, aún cuando luego le dieran cadena perpetua, seguramente la opinión general sería: "hizo muy bien".
Ahora, veamos una situación ligeramente distinta: el tren se acerca en las mismas condiciones que antes, los siete obreros siguen ensimismados en su trabajo, pero en lugar de estar cerca de un botón, ves a una persona que está parada al borde de un puente por debajo del cual pasará el tren. Tus opciones son: no hacer nada o empujar a la persona del puente para que el tren tenga tiempo de frenar y salvar así a las otras siete personas, que están más adelante. ¿Qué harías?
En este caso, la mayoría de las personas jamás se atrevería a tomar partido, y los que lo hacen, primero dudan y luego se llenan de excusas. En cualquier caso, a nadie le parece lo mismo presionar un botón que empujar a una persona. Evidentemente, empujar a alguien desde un puente hacia las vías de un tren está mal. Sin embargo, la situación es exactamente la misma que la anterior: sacrificar una vida para salvar siete. Entonces, ¿qué es lo que cambia?
La respuesta es: cambia nuestro cerebro. La realidad sigue siendo la misma: una persona o siete, tic-tac.
Al oír el primer problema, el del botón, el área de nuestro cerebro que se activa es la misma encargada de hacer cálculos y predicciones (1), el área más nueva en la evolución de este órgano, pero que es extremadamente hábil y veloz para comparar y elegir la mejor de las opciones.
En el segundo problema, la acción cerebral sucede en un lugar completamente distinto, en el sector de las emociones y sentimientos (2), detrás de los ojos, en nuestro cerebro primitivo. Y aunque en un segundo plano ya hay una solución matemática, este sector interfiere enviando una alerta moral.
Y comienza un diálogo literal entre estas dos partes de la conciencia. Lo que está bien para una, está mal para la otra, ¡y ambas tienen razón!
En cierto modo, es como si tuviéramos dos cerebros que funcionan de maneras completamente distintas. Cada uno se vale de diferentes reglas o algoritmos para resolver los problemas de su propio dominio, y el conflicto ocurre cuando esos dominios se superponen.
La contradicción es saludable porque ayuda a ver el cuadro completo, el alcance de nuestros actos; de otro modo, cada vez que tuviéramos frío, prenderíamos fuego una silla, porque sería la solución más lógica, y al quedarnos sin sillas, incendiaríamos la casa del vecino... y así nos habríamos extinguido hace milenios.
Cuando se analizan los cerebros de los psicópatas, este conflicto no ocurre. Se enciende el primer sector del cerebro y, al no haber oposición, la decisión está tomada. En otras palabras: los psicópatas no tienen filtros morales.
En las personas "normales", una tercera parte del cerebro entra en juego y funciona como árbitro entre las otras dos. Lo hace generando preguntas para poner a prueba e intentar falsear uno de los dos argumentos o encontrar puntos en común. De allí nace una idea más objetiva y una mejor decisión.
Las alertas de ¡bien! y ¡mal! que grita nuestro inconsciente son bastante relativas, y a veces sumamente contradictorias. El ejemplo de los trenes da cuenta de nuestra pobre capacidad para distinguir estos dos conceptos y de la facilidad con que podemos transformar uno en otro cambiando sólo un botón por un puente, por ejemplo. En la práctica, son la misma cosa, como es lo mismo mirar un árbol de navidad gigante y dejar que alguien sea despedazado por un tren de indiferencia.
Cuando hay conflicto y una de las partes no sabe dialogar, de allí en más todo serán excusas para justificar una postura insostenible, como queda demostrado.
Pero cuando uno toma una decisión no es el mundo lo que debe cambiar, sino uno mismo, y, por tanto, las excusas sirven sólo para mantener firme la propia decisión, aunque no la hacen realmente más válida que el resto de las opciones.
Es necesario, en esos casos, forzarse a cambiar, hacerse preguntas para mediar entre ambas posturas (a menos, claro, que nuestro ego sea demasiado frágil como para admitir su equivocación), porque las excusas no dejan lugar a la duda...
El caso es que tomar una decisión final o adoptar una postura implica descartar todas las demás opciones o aceptar vivir con la contradicción, obligarse a dejar de pensar en las alternativas y renunciar a un examen más cuidadoso que podría traer mejores beneficios. La capacidad de hacerse preguntas que tiene una persona es la que finalmente decide la disputa. De su alcance dependen las buenas decisiones.
Este tipo de conflictos es la raíz de toda duda legítima, y —como sostuvieron todos los grandes filósofos— la duda es la escuela de la verdad. El problema es cuando no hay conflictos, no hay dudas, no hay razonamientos.
Sin dudas, no podría haber decisiones, ni buenas, ni malas. Y no habría hombres más sabios que otros, sólo robots de carne, hueso y ropa. La verdadera inteligencia humana —la capacidad de prever lo que no es inmediatamente visible, literalmente, la capacidad de ver más allá de nuestras narices— nace allí, en el centro de esa discordia entre lo lógico y lo ético, lo inmediato y lo posible, lo aceptable y lo positivo, lo conveniente y lo constructivo.
¿Cómo hicieron esto? ¿Cuántos recursos utilizó? ¿Con el dinero de quién? ¿Cuáles serán las consecuencias? ¿Para qué?...
El primer paso es dialogar, cuestionarse uno mismo, escucharse o, más bien, escuchar a nuestra otra mitad. Luego, con suerte, obtenemos un tercer punto de referencia, más allá de lo lógico y lo ético, pero ése es un tema aparte.
Los que vivimos en este hermoso continente americano llevamos en la sangre la trágica historia de los espejitos de colores —hoy, monedas y luces de neón—, y nos sirven de señales para practicar la duda, comenzando por preguntarnos el por qué de su brillo, siguiendo por el para qué y para quién.
Como dijo inmejorablemente el gran filósofo Pedro Abelardo: "la duda conduce al examen, y por el examen se llega a la verdad".
Lógica Vs. Moral
Imagina que viene un tren, pero no uses demasiada imaginación porque no hay tiempo. Hay una curva en las vías, por lo que el maquinista no puede ver que más adelante hay siete personas trabajando en las mismas. Imagina también que cerca de tu mano hay un botón que podría desviar al tren hacia otros rieles en los que hay sólo un obrero trabajando. La pregunta es obvia: ¿te gusta el sexo anal? Perdón, me confundí de ventana.
¿Harías el cambio de vías, sacrificando una vida para salvar siete? No lo pienses demasiado, el tren se acerca y estará aquí en unos segundos. ¡Hay que actuar!
La mayoría de las personas elegiría presionar el botón. Siete vidas, después de todo, valen más que una. Es sentido común. Por supuesto, se entiende que presionar o no presionar el botón era tu única alternativa. A pesar de que difícilmente olvides tu elección por el resto de la vida, seguro que hiciste lo correcto, ¿o no?
Está bien, en la práctica, no cualquiera tendría los huevos para decidir sobre las vidas de los demás, pero al oír en el noticiero que Fulano decidió hacer el cambio de vías, aún cuando luego le dieran cadena perpetua, seguramente la opinión general sería: "hizo muy bien".
Ahora, veamos una situación ligeramente distinta: el tren se acerca en las mismas condiciones que antes, los siete obreros siguen ensimismados en su trabajo, pero en lugar de estar cerca de un botón, ves a una persona que está parada al borde de un puente por debajo del cual pasará el tren. Tus opciones son: no hacer nada o empujar a la persona del puente para que el tren tenga tiempo de frenar y salvar así a las otras siete personas, que están más adelante. ¿Qué harías?
En este caso, la mayoría de las personas jamás se atrevería a tomar partido, y los que lo hacen, primero dudan y luego se llenan de excusas. En cualquier caso, a nadie le parece lo mismo presionar un botón que empujar a una persona. Evidentemente, empujar a alguien desde un puente hacia las vías de un tren está mal. Sin embargo, la situación es exactamente la misma que la anterior: sacrificar una vida para salvar siete. Entonces, ¿qué es lo que cambia?
La respuesta es: cambia nuestro cerebro. La realidad sigue siendo la misma: una persona o siete, tic-tac.
Dentro del cerebro
Al oír el primer problema, el del botón, el área de nuestro cerebro que se activa es la misma encargada de hacer cálculos y predicciones (1), el área más nueva en la evolución de este órgano, pero que es extremadamente hábil y veloz para comparar y elegir la mejor de las opciones.
En el segundo problema, la acción cerebral sucede en un lugar completamente distinto, en el sector de las emociones y sentimientos (2), detrás de los ojos, en nuestro cerebro primitivo. Y aunque en un segundo plano ya hay una solución matemática, este sector interfiere enviando una alerta moral.
Y comienza un diálogo literal entre estas dos partes de la conciencia. Lo que está bien para una, está mal para la otra, ¡y ambas tienen razón!
En cierto modo, es como si tuviéramos dos cerebros que funcionan de maneras completamente distintas. Cada uno se vale de diferentes reglas o algoritmos para resolver los problemas de su propio dominio, y el conflicto ocurre cuando esos dominios se superponen.
La contradicción es saludable porque ayuda a ver el cuadro completo, el alcance de nuestros actos; de otro modo, cada vez que tuviéramos frío, prenderíamos fuego una silla, porque sería la solución más lógica, y al quedarnos sin sillas, incendiaríamos la casa del vecino... y así nos habríamos extinguido hace milenios.
Cuando se analizan los cerebros de los psicópatas, este conflicto no ocurre. Se enciende el primer sector del cerebro y, al no haber oposición, la decisión está tomada. En otras palabras: los psicópatas no tienen filtros morales.
En las personas "normales", una tercera parte del cerebro entra en juego y funciona como árbitro entre las otras dos. Lo hace generando preguntas para poner a prueba e intentar falsear uno de los dos argumentos o encontrar puntos en común. De allí nace una idea más objetiva y una mejor decisión.
Las alertas de ¡bien! y ¡mal! que grita nuestro inconsciente son bastante relativas, y a veces sumamente contradictorias. El ejemplo de los trenes da cuenta de nuestra pobre capacidad para distinguir estos dos conceptos y de la facilidad con que podemos transformar uno en otro cambiando sólo un botón por un puente, por ejemplo. En la práctica, son la misma cosa, como es lo mismo mirar un árbol de navidad gigante y dejar que alguien sea despedazado por un tren de indiferencia.
Cuando hay conflicto y una de las partes no sabe dialogar, de allí en más todo serán excusas para justificar una postura insostenible, como queda demostrado.
Pero cuando uno toma una decisión no es el mundo lo que debe cambiar, sino uno mismo, y, por tanto, las excusas sirven sólo para mantener firme la propia decisión, aunque no la hacen realmente más válida que el resto de las opciones.
Es necesario, en esos casos, forzarse a cambiar, hacerse preguntas para mediar entre ambas posturas (a menos, claro, que nuestro ego sea demasiado frágil como para admitir su equivocación), porque las excusas no dejan lugar a la duda...
La duda
El caso es que tomar una decisión final o adoptar una postura implica descartar todas las demás opciones o aceptar vivir con la contradicción, obligarse a dejar de pensar en las alternativas y renunciar a un examen más cuidadoso que podría traer mejores beneficios. La capacidad de hacerse preguntas que tiene una persona es la que finalmente decide la disputa. De su alcance dependen las buenas decisiones.
Este tipo de conflictos es la raíz de toda duda legítima, y —como sostuvieron todos los grandes filósofos— la duda es la escuela de la verdad. El problema es cuando no hay conflictos, no hay dudas, no hay razonamientos.
Sin dudas, no podría haber decisiones, ni buenas, ni malas. Y no habría hombres más sabios que otros, sólo robots de carne, hueso y ropa. La verdadera inteligencia humana —la capacidad de prever lo que no es inmediatamente visible, literalmente, la capacidad de ver más allá de nuestras narices— nace allí, en el centro de esa discordia entre lo lógico y lo ético, lo inmediato y lo posible, lo aceptable y lo positivo, lo conveniente y lo constructivo.
¿Cómo hicieron esto? ¿Cuántos recursos utilizó? ¿Con el dinero de quién? ¿Cuáles serán las consecuencias? ¿Para qué?...
El primer paso es dialogar, cuestionarse uno mismo, escucharse o, más bien, escuchar a nuestra otra mitad. Luego, con suerte, obtenemos un tercer punto de referencia, más allá de lo lógico y lo ético, pero ése es un tema aparte.
Los que vivimos en este hermoso continente americano llevamos en la sangre la trágica historia de los espejitos de colores —hoy, monedas y luces de neón—, y nos sirven de señales para practicar la duda, comenzando por preguntarnos el por qué de su brillo, siguiendo por el para qué y para quién.
Como dijo inmejorablemente el gran filósofo Pedro Abelardo: "la duda conduce al examen, y por el examen se llega a la verdad".
Muy interesante!. A decir verdad yo en las situaciones de los trenes no hubiese echo nada jaja, para que me voy a meter. No pero enserio muy bueno es la realidad, -no existen preguntas tontas sino el tonto que no pregunta-.
ResponderEliminaren el primero, yo escogeria el camino donde solo hay uno... el sonido del tren oviamente haria k se quitara del camino... mas facil que kitar a los otros 7 xD
ResponderEliminaren el segundo, el que esta arriba oviamente veria k el tren se aserca.. y les gritaria a los trabajadores k se quiten del camino....
no se te hace mas facil hacer eso k matar gante?? jajajajajajaja xD
ANONIMO, es hipotetico , es: "q pasaria si...?" .nos da dos opciones,de lo contrario yo diria " oohh y ahora quien podra ayudarlos?" y aparece el chapulin colorado . jajajaja
ResponderEliminarlindo post.
te cuento q hace como 3 dias q vengo leyendo y me estoy llenado de sabiduria jejejeje.
bueno che, voy a seguir leyendo los q me falta, me hice fan XD
Maravilloso. Ayer me quedé toda la noche tomando mate con mi primo y dudando sobre todo, sumergidos en una de esas crisis vocacionales, laborales, espirituales, individuales y sociales. Fue muy loco todo, pero ahora entrar acá y leer esto después de tantas horas de no dormir, es loquísimo.
ResponderEliminarImpresionante chamigo!!! Es extraordinario todo lo que pasa dentro de nuestra cabeza sin que siquiera lo sepamos... y de ahí justamente me surge una duda con respecto a mi decisión, ¿soy yo un psicópata?, ya que en el segundo caso decidí tirar al hombre del puente ya que evalué que en los dos casa se obtenía el mismo resultado y el problema era lógica y moralmente el mismo, sin ser importante el modo en que haría que muriera una persona en vez de siete.
ResponderEliminarRepito la pregunta: ¿soy yo un psicópata?...
@Polanesa, de un anoche idéntico nació este post. Es más, mañana tengo que tomar un par de decisiones importantes que afectarán mucho mi futuro; las vengo pensando desde hace meses y todavía no me decido, pero de las dudas y planteamientos aprendí muchísimas cosas (la mayoría sin relación con las decisiones que debo tomar). La duda es un estado muy extraño...
ResponderEliminar@tato_cr3, hay que ver qué harías si la situación fuese real. Tu cerebro sabe que esto es un simulacro; no creo que debas preocuparte. En la práctica, habría tantas variables que probablemente cualquiera se quedaría paralizado.
Mmmm... por donde empezar...
ResponderEliminarCuando hablas de mora, ¿te referis a la que se forma a lo largo de la vida, esa que nos es enseñada y normalmente se hereda? ¿O a una suerte de moral "natural" inherente al ser humano? La pregunta viene por el ejemplo del psicópata: si a un psicópata se le inculca un conjunto de reglas morales, ¿no interfieren en su decisión? ¿O la psicopatía radica en no escuchar o "recordar" esas normas al momento de la decisión?
También nos da la impresión que el post mezcla dos tipos de dudas de carácter diferente: el ejemplo del tren tiene una clara implicancia moral; pero si me pregunto (dudo) sobre cómo funciona algo o para qué sirve cierto elemento que veo por primera vez, ahí lo moral no tendría mucha cabida, ¿o sí?
Se nos ocurrió al leer que la duda es el primer paso, después hay que tener el coraje de tratar de obtener la respuesta/decisión y el tercer paso el valor de mantenerla y llevarlo a cabo. Ahí también esta la esencia de lo que nos hace grandes hombres de mediocres.
Por último, lo de los espejitos de colores en la cosquita americana, ¿no es ser injusto con los indios? Ellos sin duda le dieron más valor a los espejos de colores por su novedad y asombro que produjeron (compañeros de la duda) que al oro que ya lo conocían y no les parecía tan extraordinario como a los españoles (y nosotros). Desde ese punto de vista, la muchachada local no fue estafada...
"El bienestar de la mayoría supera al bienestar de la minoría, o de uno solo" (o algo así) dice un viejo proverbio vulcano... La cuestión es, como dijiste, tener los huevos de llevarlo a la práctica.
PD: muy bonito el tren.
Me refiero a la moral programada evolutivamente. Hay muchos estudios con respecto a su funcionamiento; son especies de "mandamientos" innatos que hasta compartimos con muchas otras especies. En el fondo, se trata de prácticas comprobadas que ayudan a la supervivencia, del tipo "yo te ayudo hoy, mañana me ayudás vos". Es un tipo de inteligencia, independientemente de los contenidos específicos que herede, así como la lógica puede funcionar igual si nadie nos enseña a contar en base diez (¿se entiende?).
ResponderEliminarEs cierto que mezclé varias cosas, pero no como crees. El tema es ver más allá de la respuesta lógica inmediata. Por ejemplo, puede que preguntarte cómo funciona un teléfono no contenga un dilema moral, pero la respuesta puede implicar que funciona gracias a piezas extraídas de una mina por huérfanos, por decir algo... eso es lo que une la mezcla: la duda conduce a conocimientos de todo tipo, lo cual no significa que la duda en sí misma deba ser de carácter moral.
Lo de ser injusto con los indios es un tema delicado. Sin irme por las ramas, mi respuesta que no se cuestionaron lo suficiente sobre las intenciones de los conquistadores, el por qué oculto detrás del brillo. Obvio que además tuvieron una inferioridad en armas y posiblemente otras cosas, pero ése no es el tema; sólo lo usé como metáfora.
Cual sería la tercera parte del cerebro?
ResponderEliminarEs la corteza cingular anterior.
ResponderEliminarEntonces, es por eso que no he matado a nadie todavía (lol) pero en fin en ambas situaciones tenia mejores alternativas como en la segunda la de saltar yo mismo, pero aun así yo también tengo que tomar una gran decisión, gracias por la información
ResponderEliminarGracias por la aclaración, la moral programada evolutivamente es lo que en nuestro comentario habíamos llamado, a falta de un nombre mejor, "moral natural".
ResponderEliminarEn cuanto a los indios, nosotros nos referíamos específicamente a la idea generalizada (que estamos seguros no es la que quisiste transmitir) de que los indios fueron tontos por cambiar oro por espejitos de colores considerando el valor económico (actual) de cada cosa. Aunque la frase ya quedó instaurada y se usa normalmente, nos gusta hacer esa salvedad cada vez que la oímos, sobretodo cuando consideramos que el otro puede entender a lo que vamos.
Y algunos indios supieron ver las intenciones de los españoles y los apoyaron precisamente porque vieron que les venía bien para librarse de la opresión de los indios más grandes... Pero en fin, es un tema complicado y no viene a cuento del post.
Que decis sobre era tercera parte del cerebro. También habrías escrito "un tercer punto de referencia".
ResponderEliminarLo del tercer punto de referencia es un tema complejo y sumamente abstracto, y lo que voy a decir debe entenderse metafóricamente...
ResponderEliminarCuando observamos algo, lo hacemos desde el punto A hacia el punto B. El punto A, obviamente, somos nosotros. Por lo tanto, tenemos dos puntos de referencia que también podríamos llamar "Aquí" y "Allí" o, en conjunto, "subjetividad". Si al mismo tiempo imaginamos o deducimos lo que ocurre a nuestras espaldas, por ejemplo, obtenemos un punto C, ganamos un cierto grado de libertad en nuestra conciencia de lo que está ocurriendo; el cuadro se hace más grande, completo y fidedigno... objetivo.
El puente entre A y B son los sentidos, pero lo que une A con C es algo completamente distinto y mutable, fluctúa con gran velocidad. Mientras que en el primer caso nunca abandonamos el punto A, en el segundo percibimos simultáneamente desde A y C. Es un movimiento de la percepción.
La duda no es el único método ni el mejor para alcanzar el punto C, pero éste tampoco puede obtenerse sin conocimiento, y la duda ayuda. Cualquier método que permita extender la propia percepción es útil.
Por carácter abstracto de este tema y la falta de tiempo, dejaré una mejor explicación para otro momento, aunque espero que esto baste para tu curiosidad.
"Cuando se analizan los cerebros de los psicópatas, este conflicto no ocurre. Se enciende el primer sector del cerebro y, al no haber oposición, la decisión está tomada. En otras palabras: los psicópatas no tienen filtros morales."-
ResponderEliminarTambien es la que carecen los politicos argentinos...
Dentro de un rato leo los cementarios asi seguir hablando.
Eso es muy injusto. La mayoría de los políticos argentinos no tiene cerebro en absoluto.
ResponderEliminarHu que abc más complicado. Espero poder llegar a ver era explicación.
ResponderEliminarLo importante es no dejar de hacerse preguntas. (Albert Einstein)
ResponderEliminarNada importante q aportar por el momento xD
Que tal,
ResponderEliminarEn el primer caso oprimiria el boton, mi justificación es que salve a 7,no que maté a uno y en todo caso fue el maquinista quién lo mató, yo solo evite una tragedia mayor y mas aún, la persona de la vía tiene posibilidad de salvar la vida.
En el segundo caso no lo aventaría del puente, la razón es porque ese si sería un asesinato premeditado, no puede considerarse culpable al maquinista, sino a quien arrojo a la persona a las vías.
"Si comienza uno con certezas, terminará con dudas; mas si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas".
Francis Bacon
Muy buen post.
¡Saludos!
Armando, ¿no te parece que, en el primer caso, la persona que estaba sola no iba a morir en un principio, al igual que la del puente? No la arrojarás a las vías, pero le arrojas un tren encima.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, de ahi que intento justificar mi acción.
ResponderEliminarComo mencionas aqui juega mucho la parte de la moral y el raciocinio.
Yo tan solo plasme lo que en poco tiempo decidiria y cual seria mi justificación posterior.
Ante estos casos, lo mejor es desear nunca estar en una situación semejante je je je.
¡Saludos!
solo por que estoy loco no me importaria arrojar alguien a las vias del tren, en fin, me justifico diciendo que salvé a 7 personas.
ResponderEliminarfelicitaciones por el blog muy original, entré por curioso con los mitos de la coca cola, debido a una cadena que llegó a mi mail, y me quedé leyendo, saludos y felicitaciones.
ResponderEliminarMuy buen post! Amigo ayreonauta, por qué hace tanto tiempo que no subias nada? Estas cosas hacen falta! La vida comienza a carecer de todo sentido!
ResponderEliminarTengo una duda, que diferencia hay entre registrarme, y no hacerlo?
Chocolate gratis.
ResponderEliminarChe, me gusta mucho este blog/página.
ResponderEliminarTe felicito, un saludo.
Grazie. Dale un beso a Dafne.
ResponderEliminarCómo sabés que soy amiga de Dafne?
ResponderEliminar¡Magia!
ResponderEliminarGuau (?)
ResponderEliminarEl poder de las IP. o de la forma de escribir. en fin, te quería comentar que iba por la ciclovía en mi bici, escuchando musica pacificamente en mi mp3 (ni me molesto ya en poner acentos, perdon) sin molestar a nadie... de repente salen tres... "sujetos" por llamarlos de alguna manera, y me roban todo... no sé, te lo quería comentar a ver que opinás de la delincuencia ¬¬
ResponderEliminarQué voy a opinar... Que es una falta de respeto, por un lado, y una falta de responsabilidad, por el otro lado -que es el nuestro-. Una falta de educación. No tengo ganas de explayarme ahora, pero voy a remarcar la diferencia entre un delincuente, que es un individuo, y la delincuencia, que es un fenómenos social.
ResponderEliminarDiría que más que: "yo te ayudo hoy, mañana me ayudás vos", es el sentido gregario, el otro es parte de mi integridad. Te ayudo porque, en algún grado, vos sos yo, somos "nosotros". Por esto también ayudamos a un moribundo que no nos va a retribuir la ayuda, o a un discapacitado profundo, que no tiene posibilidades de actuar ni casi de poder siquiera expresar afecto, le damos comida a un gatito abandonado, que no va a venir a darnos calorcito. Pero como esto tiene limitaciones, y como los humanos, y demas seres, somos muchos, el sentido grupal se disgrega y aparecen la marginación, la injusticia social, la delincuencia. El otro no es yo mismo.
ResponderEliminarEl fin justifica los medios???
ResponderEliminar@Pipiripi, ese gregarismo no es más que la aplicación de las "leyes" morales del tipo que mencioné como ejemplo. Quiero decir con esto que por ponerle un nombre a ese comportamiento no lo estamos explicando mejor. Podemos llamarlo "empatía" también, pero su causa permanece oculta tras cada nombre.
ResponderEliminarLo mismo ocurre con la supuesta "injusticia social", que en realidad es un estado natural, mientras que la justicia social debería ser un Estado artificial, una especie de comunismo inmaterial, de oportunidades. En lugar de eso, el Estado genera una barrera, una pared luminosa que en la práctica impide ver hacia el otro lado; el Estado brilla, y cuanto más nos acercamos a él, menos podemos ver a nuestro alrededor. Es decir, genera una falsa imagen del "nosotros", la mutila.
"Injusticia social" no me parece más que la aglutinación de la indiferencia individual, y las numerosas causas de ésta sólo pueden cambiarse mediante la educación, que debería ser el verdadero y único objetivo de un Estado.
Es verdad, sólo me refiero a que no es causa-consecuencia como en "yo te ayudo hoy, mañana me ayudás vos", sino una sola cosa, es si te ayudo es porque "somos". No es el nombre lo que cambia sino el/los sujetos.
ResponderEliminarOprimir un botón es una acción que en si misma no tiene carga moral. Sin embargo, empujar a un hombre hacia una vía sí que la tiene. Por ello la mayoría apretaría el botón pero no empujaría al hombre.
ResponderEliminarOs recomiendo el libro "La mente moral" de Marc Hausser donde se explica esto y mucho más (es realmente fantástico). El autor dice que su padre, al plantearle el segundo dilema, eligió arrojar al hombre. Por supuesto esto no significa que sea un psicópata. Simplemente que la forma de plantear el dilema (tras el ejemplo del botón en el que la justificación numérica 1 frente a 7 es la misma) hace que haya personas que se decanten por empujar al hombre. Pero si ha continuación se les dice: En un hospital 5 pacientes necesitan un trasplante urgentemente. La única solución para salvarles es "utilizar" a una persona sana que está en la sala de espera que lógicamente morirá. ¿La utilizaríais? Todo el mundo responde que no pero la lógica numérica es la misma que en el caso del tren. Por lo tanto estas personas rectifican su respuesta y ya no arrojarían al hombre a la vía.
En el caso de arrojar al hombre en la vía, ¿no es más heroico lanzarse uno mismo? Parece que todos prefieren matar a un tercero que sacrificar su propia vida, es divertido, moralmente. ¿Estarías salvando a ocho, no?
ResponderEliminar"Dubito ergo cogito; cogito ergo sum"- Descartes
ResponderEliminarEh, lo de lanzarse uno mismo a la vía para salvar ocho personas... ¡es una respuesta muy creativa! Estoy segura que los diseñadores del dilema no lo habían contemplado.
ResponderEliminarhe de ser una perra yo elegiria matar a las que son mas, asi menos personas contaminarian el mundo y las demas disfrutariamos mas tiempo de lo poco que nos queda.
ResponderEliminarY si tiro al tipo y de todos modos el tren se lleva todos por delante?
ResponderEliminarY si tiro al tipo y el tren llega a frenar sin matar incluso al que tiré?
Y si al tipo al que tengo que tirar es el presidente?
Soy de los que apretaría el botón, pero en la segunda lo primero que pensé es que si puedo empujarle puedo tirarme yo.
ResponderEliminarComo no me dan la opción tiraría al tío, pero estoy seguro que los 7 que vivirían gracias a mi acción (o la mayoría) a posteriori diría que no están de acuerdo con mi acción, e incluso me condenarían sin contemplaciones.
La ventaja que le doy al juntar un poco de lógica, imaginación y empatia para hacerme simulaciones de estas cuando me aburro, es que aunque no estés en la situación real al menos espero ganar tiempo en la reacción
si en el segundo casoyo salto en vez de empujarlo???
ResponderEliminarhay un viejo dicho:
ResponderEliminar"el sacrificio de uno, traera vida a otros"
hm.. lo que yo haria, ceria pulsar el boton, y luego, en medio del paso del tren.. lo buelvo a pulsar, para descarrilarlo, y salvarlos a todos. (calcula con logica como ocurrira todo el desastre y me entenderas.. XD)
ResponderEliminarLlevando el segundo ejemplo aún maás allá (rídiculo extremo), digamos que la persona en el puente es lo suficientemente gorda como para bloquear y detener el tren, mientras que en tu caso sería un sacrificio en balde.
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