El efecto Troxler y la simplificación de la realidad
Así nuestro cerebro simplifica la realidad y termina por desvanecerla.
29/7/20
La atención es un arma muy poderosa. Y con ese sustantivo quiero decir que, lejos de ser una especie de embudo por donde entra la realidad, es algo activo, algo que puede construir y destruir en sentidos bastante literales. Para ejemplificarlo en su nivel más simple, veamos una conocida ilusión óptica —que de óptica no tiene nada, porque es resultado de un esfuerzo de la mente— con algunas variantes de mi autoría...
Con la extravagancia que nos caracteriza, vamos a empezar por el principio. Debajo de estas líneas ya está en marcha mi versión de la ilusión Lilac chaser, patrimonio bloguero desde 2005 y ahora perfeccionado para que quepa debajo de la cama.
Al fijar la vista en el centro de la animación, y pasados unos 10 o 20 segundos terrestres, comenzarás a notar que los círculos se desvanecen, hasta que no quede nada más que la cruz central...
Hasta ahora, no pasa de una simple curiosidad. Pero, obviamente, este extraño efecto, producto de una sobredosis de información, ocurre con muchas cosas de la vida diaria. Yo recuerdo, por ejemplo, de niño estar sentado en clase mirando el pizarrón y jugar a propósito con esta alucinación natural, y a través de los años llegué a convertirme en un experto en hacer desaparecer cosas a mi alrededor, a veces dejando sólo la cabeza flotante de la maestra. Pero no hace falta tanta práctica, porque esto ocurre de todas formas sin que lo notemos...
Los ejemplos se los dejo a ustedes. Pasemos a analizar la ilusión (a decir verdad, hay varias ilusiones simultáneas en esta animación, que enumero a continuación).
Primero, el cerebro interpreta un movimiento en sentido horario, cuando en realidad no hay movimiento alguno: simplemente desaparece un círculo cada dos cuadros (166 milisegundos); este efecto se conoce como Movimiento Beta. Nuestro cerebro privilegia la percepción de las cosas que se mueven por sobre las estáticas, y será ese movimiento aparente lo primero que veamos.
Luego, cada vez que un círculo desaparece, vemos en su lugar un círculo de color opuesto al que había, cuando en realidad sólo queda el fondo (iba a poner un botón de pausa, pero me dije "son inteligentes, van a hacer una captura de pantalla para comprobarlo"); esta ilusión es conocida como Imagen fantasma o After image, y cancela el círculo original porque retenemos los "huecos" que se producen, que son los que aparentemente se mueven (lo fijo pierde importancia para el cerebro).
Finalmente y lo más importante: cuando fijamos la vista en un punto, la mayor parte de las neuronas del sistema visual están trabajando en eso y dejan de enfocarse en el entorno; este es el Efecto Troxler, útil para atenuar el exceso de información visual e incrementar la concentración. A su vez, las imágenes fantasma pueden escapar a este efecto (como lo prueba mirar una lámpara y cerrar los ojos), y por eso seguimos viendo un círculo que se mueve cuando todo lo demás desapareció.
Y, mezclando todo eso, obtenemos la ilusión de arriba, una "falla de seguridad" en nuestro sistema visual, lo cual, en la era de la información, es un evento bastante frecuente.
Antes de seguir con los aspectos filosóficos de este tema, quiero mostrar otra variante que descubrí sin querer mientras experimentaba y que me impulsó a escribir este post. Las instrucciones son las mismas, aunque en este caso se trata de una imagen estática. La idea es aislar sólo el efecto Troxler (la desaparición del entorno), y demostrar que sucede con cualquier imagen fija (sólo pongo una, pero doy fe de que pasé horas experimentando con diferentes configuraciones)...
Aún no lo probé con otras personas, pero al menos en mi caso el efecto es casi inmediato. Asombra lo fácil que algo puede sencillamente dejar de existir para nuestra mente. También quiero resaltar que no se trata de los famosos "puntos ciegos" del ojo; no es un defecto visual. La mayor parte de la ilusión ocurre en nuestra cabeza, como casi todo lo demás.
Nuestro cerebro, aunque maravilloso, posee recursos limitados que a veces decide no malgastar. ¿Para qué usar neuronas en interpretar un círculo que ya sabemos que está ahí? Así funciona la percepción, y así de dueños somos de lo que vemos. Pero eso no es malo, principalmente por dos razones...
Es por esto (y otras cosas) que los sueños son tan difíciles de interpretar, porque están construidos con quasi-recuerdos que no recordamos en estados normales, con una segunda atención que graba todo en segundo plano, ese neocórtex del que hablamos antes o que yo imaginé que hablamos mientras escribía.
Además (tercero), ¿cómo podría uno enamorarse sin que se desvanezcan las imperfecciones de la persona amada, junto con el resto del mundo? Y también (cuarto), ¿cómo podríamos reír, trabajar, dormir estando constantemente conscientes de las cosas superficiales y negativas del mundo?
El cerebro se protege; elimina casi todo lo que no le es inmediatamente necesario. Pero quizá estemos por demás acostumbrados a ello y debamos, cada tanto, apartar los ojos de la cruz para que el mundo reaparezca como es y podamos ejercitar la presencia. Y esto no es sólo una metáfora: la mitad de los habitantes del mundo está en este instante con la vista clavada en el teléfono, y pocos se darían cuenta si, de pronto, un OVNI entrara por la ventana y comenzara a revolotear a su alrededor.
Con la extravagancia que nos caracteriza, vamos a empezar por el principio. Debajo de estas líneas ya está en marcha mi versión de la ilusión Lilac chaser, patrimonio bloguero desde 2005 y ahora perfeccionado para que quepa debajo de la cama.
Al fijar la vista en el centro de la animación, y pasados unos 10 o 20 segundos terrestres, comenzarás a notar que los círculos se desvanecen, hasta que no quede nada más que la cruz central...
Hasta ahora, no pasa de una simple curiosidad. Pero, obviamente, este extraño efecto, producto de una sobredosis de información, ocurre con muchas cosas de la vida diaria. Yo recuerdo, por ejemplo, de niño estar sentado en clase mirando el pizarrón y jugar a propósito con esta alucinación natural, y a través de los años llegué a convertirme en un experto en hacer desaparecer cosas a mi alrededor, a veces dejando sólo la cabeza flotante de la maestra. Pero no hace falta tanta práctica, porque esto ocurre de todas formas sin que lo notemos...
Los ejemplos se los dejo a ustedes. Pasemos a analizar la ilusión (a decir verdad, hay varias ilusiones simultáneas en esta animación, que enumero a continuación).
Primero, el cerebro interpreta un movimiento en sentido horario, cuando en realidad no hay movimiento alguno: simplemente desaparece un círculo cada dos cuadros (166 milisegundos); este efecto se conoce como Movimiento Beta. Nuestro cerebro privilegia la percepción de las cosas que se mueven por sobre las estáticas, y será ese movimiento aparente lo primero que veamos.
Luego, cada vez que un círculo desaparece, vemos en su lugar un círculo de color opuesto al que había, cuando en realidad sólo queda el fondo (iba a poner un botón de pausa, pero me dije "son inteligentes, van a hacer una captura de pantalla para comprobarlo"); esta ilusión es conocida como Imagen fantasma o After image, y cancela el círculo original porque retenemos los "huecos" que se producen, que son los que aparentemente se mueven (lo fijo pierde importancia para el cerebro).
Finalmente y lo más importante: cuando fijamos la vista en un punto, la mayor parte de las neuronas del sistema visual están trabajando en eso y dejan de enfocarse en el entorno; este es el Efecto Troxler, útil para atenuar el exceso de información visual e incrementar la concentración. A su vez, las imágenes fantasma pueden escapar a este efecto (como lo prueba mirar una lámpara y cerrar los ojos), y por eso seguimos viendo un círculo que se mueve cuando todo lo demás desapareció.
Y, mezclando todo eso, obtenemos la ilusión de arriba, una "falla de seguridad" en nuestro sistema visual, lo cual, en la era de la información, es un evento bastante frecuente.
Antes de seguir con los aspectos filosóficos de este tema, quiero mostrar otra variante que descubrí sin querer mientras experimentaba y que me impulsó a escribir este post. Las instrucciones son las mismas, aunque en este caso se trata de una imagen estática. La idea es aislar sólo el efecto Troxler (la desaparición del entorno), y demostrar que sucede con cualquier imagen fija (sólo pongo una, pero doy fe de que pasé horas experimentando con diferentes configuraciones)...
Aún no lo probé con otras personas, pero al menos en mi caso el efecto es casi inmediato. Asombra lo fácil que algo puede sencillamente dejar de existir para nuestra mente. También quiero resaltar que no se trata de los famosos "puntos ciegos" del ojo; no es un defecto visual. La mayor parte de la ilusión ocurre en nuestra cabeza, como casi todo lo demás.
Nuestro cerebro, aunque maravilloso, posee recursos limitados que a veces decide no malgastar. ¿Para qué usar neuronas en interpretar un círculo que ya sabemos que está ahí? Así funciona la percepción, y así de dueños somos de lo que vemos. Pero eso no es malo, principalmente por dos razones...
- Si no fuera por esta clase de decisiones de la mente, la información del mundo nos haría estallar el cerebro. No olvides que hay dentro de tu cráneo una máquina eléctrica, una computadora que no debe sobrecargarse para poder compartir este post como es debido.
- Si no fuera así, no podríamos soñar. Cuando hablé sobre el subconsciente, conté superficialmente que es con estos detalles que obviamos durante la vigilia que construimos los sueños. Todo lo que el cerebro no pudo procesar porque había otras cosas con mayor prioridad queda en algún rincón mental y es analizado con más detalle cuando dormimos, cuando el cerebro ya no tiene que prestarle atención al entorno.
Es por esto (y otras cosas) que los sueños son tan difíciles de interpretar, porque están construidos con quasi-recuerdos que no recordamos en estados normales, con una segunda atención que graba todo en segundo plano, ese neocórtex del que hablamos antes o que yo imaginé que hablamos mientras escribía.
Además (tercero), ¿cómo podría uno enamorarse sin que se desvanezcan las imperfecciones de la persona amada, junto con el resto del mundo? Y también (cuarto), ¿cómo podríamos reír, trabajar, dormir estando constantemente conscientes de las cosas superficiales y negativas del mundo?
El cerebro se protege; elimina casi todo lo que no le es inmediatamente necesario. Pero quizá estemos por demás acostumbrados a ello y debamos, cada tanto, apartar los ojos de la cruz para que el mundo reaparezca como es y podamos ejercitar la presencia. Y esto no es sólo una metáfora: la mitad de los habitantes del mundo está en este instante con la vista clavada en el teléfono, y pocos se darían cuenta si, de pronto, un OVNI entrara por la ventana y comenzara a revolotear a su alrededor.